"texto extraido del blog de Afilando nuestras vidas"
Las fábulas de los dioses y héroes se remontan a las más antiguas épocas de la Historia. Dioses y héroes eran los “principales” que gobernaran el mundo. Los héroes eran semidioses, hijos de dioses mortales. Ahí están las raíces, las fuentes lejanas del Poder. Lo que nos demuestra que con esa religiosidad se pretendía (y se conseguía) el poder, la dominación de hombres y pueblos. Su función llegó hasta nuestros días a través de teocracias, monarquías, déspotas absolutos, y también sacralizando monarquías constitucionales y autocracias parlamentarias.Hasta ayer (ayer de la Historia) había autoridades de origen divino, puestas por Dios, aún contra la voluntad de sus pueblos. Reyes y emperadores, césares y zares, monarcas de Oriente y Occidente, eran ungidos y considerados auto-sustentadores. El mito del buen rey, del padrecito zar y los caballeros sin tacha, tuvo un puente sobre el cual pasaron, como sobre brasas ardientes, revoluciones de origen popular como la Revolución francesa o la Revolución rusa.Partidos totalitarios hacen retornar un absolutismo, con dogmas y autos de fe, un Estado único e indivisible que absorbe las energías de la sociedad. Podemos entender al Poder como una fuerza colectiva, la capacidad de ser o hacer, pero “ser” monopolizado por un sector, un partido único o persona, es decir, apropiarse de esa fuerza social, es una manera de reducirla a la impotencia. Delegarla es renunciar a las fuerzas instituyentes, que permiten crear ambientes sociales con otros hombres, sus iguales. La más alta manifestación del ser humano es la capacidad de autodeterminarse, la de poder crear directamente normas de vida abiertas a la libertad de ensayos, a nuevas posibilidades.
La Revolución cubana:
El movimiento obrero y social cubano tiene una larga tradición de lucha por su emancipación social, que arranca de fines del siglo XIX, como se vio en el Primer Congreso Obrero celebrado en La Habana en noviembre de 1887, en el posterior de 1892 y en la existencia de periódicos de esas fechas, como La Aurora y El Productor (ambos de inspiración anarquista). Esta resistencia, esta protesta contra la opresión fue ininterrumpida, continuando bajo Batista. Desapareció bajo la dictadura del Partido Comunista Cubano.
Un capítulo de esa larga lucha fue la llamada Revolución cubana, alimentada por múltiples corrientes político-sociales que la determinaron como un impulso liberador. Lamentablemente a semejanza de la contrarrevolución bolchevique, esta revolución cubana terminó en manos de un partido único, con la dictadura absolutista del mismo, la economía de guerra, el culto a la personalidad de los jefes y la subordinación a un bloque imperialista. Siguió exactamente los procesos de la vieja tradición de la conquista del poder por el terror, con un paraíso en el futuro, que los tiempos demostrarían que era lo contrario.
El propósito fundamental de la Revolución fue desviado. Ni tierra a los campesinos, ni fábrica a los obreros. La expropiación social y el control de la capacidad productora y formativa de la sociedad pasaron a manos de una minoría decisoria, quedando el resto del pueblo a ejercer funciones de obediencia y sumisión. Ni Fidel Castro ni el Che Guevara y su grupo respetaron los derechos humanos elementales de la persona. Invocaron el socialismo, pero implantaron un capitalismo de Estado que terminará en un desarrollismo neoliberal compartido, vergonzante y con el pretexto de razones de Estado. El pensamiento único y el control de los medios de información e instrucción están obteniendo el objetivo de interiorizar en el imaginario colectivo las bondades del proyecto, y la fabula de una epopeya cortada a la medida de los autores del libreto, que no dejará ver la realidad.
El Che Guevara y Trotsky:
Hay muchas vidas paralelas. El Che Guevara y Trotsky tienen en sus vidas y destinos trágicos rasgos de esencia y avatares que los identifican. Surgen de las turbulencias del poder político, no del corazón de las masas como Durruti, el obrero, o campesinos como Majnó o Emiliano Zapata. Guevara y Trotsky eran marxistas leninistas, jefes de ejércitos; ambos eran profundamente autoritarios, imponiendo un dominio que no les permitía escuchar otras voces. Ambos fueron perdedores en la lucha despiadada por el Poder, ambos se habían alzado en las olas de una revolución popular y esperanzadora. Ambos hablaron en nombre del proletariado, pero no le dejaron hablar ni actuar.
Como Mahoma o Gengis Kan, quienes no aceptaron su fe, debían morir. Trotsky llevó adelante la contrarrevolución bolchevique cooperando en la organización de la Cheka, la policía política que impuso el terror de masas contra toda la oposición en 1917, con sus aisladores, los Gulag, la isla Solovsky, prisiones dantescas como la Lubianka o la Butirky. Las matanzas de Georgia en 1921, región que solamente quería su reforma social propia, de Kronstad, que se atrevió a pedir todo poder a los soviets, de Ucrania, que soportó el frente alemán y la Entente, con los generales Wrangel, Denikin y zaristas como Kolchak; el Ejército Rojo atacó alevosamente a las órdenes de Trotsky y destruyó sus comunidades.
El Che Guevara y el campesino:
El Partido Comunista siempre utilizó y dimensionó a sus necesidades a los miembros que le servían a su burocracia. El Campesino (Valentín González, joven campesino español de base hasta el Frente Popular), durante la revolución y la guerra de España fue promocionando exageradamente por el excelente aparato de propaganda del Partido, poniéndolo a niveles de epopeya. Con la derrota (a la cual colaboró el Partido con los asesinatos de la Cheka de opositores a las pretensiones de hegemonía) fue llevado a Rusia con otros elegidos. Sesenta años de sindicalismo revolucionario autogestionario habían dejado sus huellas en todos los trabajadores organizados de España. Incorporado al trabajo en Rusia, de inmediato vio los horrores del sistema y protestó. Fue a parar a las minas de sal de Siberia, de las cuales nadie volvía. Consiguió huir, atravesó la Siberia en una trayectoria parecida a la de Bakunin y fue a parar a París. Allí escribió sus memorias: “Vida y muerte en la URSS”. Caída la venda describe la verdadera Rusia (que es la de hoy) y su pérfida burocracia. La radiografió con verdad, valor y dolor. Su destino tuvo similitud con el Che por la caída de las alturas del Poder, pero el Che no tuvo ni la lucidez, ni el valor para enfrentar la verdad.
La génesis del mito:
A semejanza de las hagiografías, de la historia edificante de la vida de los fundadores de órdenes religiosas, el culto al Che Guevara hizo eclosión después de su muerte. Aunque siempre el aparato del Partido le batió el parche, a semejanza del represor estalinista comandante Lister, en la Revolución española, o el carnicero de la República de los Consejos húngaros en 1922, Béla Kun. Pero un examen crítico de su vida, incluso examinando su actuación y su pensamiento en sus obras completas, donde está también su diario, aún no fue realizado. Los mitos están más allá de la razón. Pero nosotros podemos apreciar a través de sus memorias que su pensamiento y su praxis estaban encerrados en los límites de un jefe guerrillero, que aspiraba a tomar el Poder por asalto y mantenerlo por esa extrema violencia social llamada dictadura del proletariado.
La Reforma Agraria, que junto con la caída de Batista fueron motivos esenciales de la Revolución cubana, consistió a través del Partido en pasar la tierra al Estado, en rápidas etapas. Quedando los campesinos convertidos en asalariados del Estado, con su plusvalía manejada por los burócratas del Partido único. El Che Guevara como responsable del INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria) impone la organización de granjas del Estado. Para esto destruye las cooperativas autónomas, como las organizaciones obreras y campesinas independientes, barriendo las conquistas sociales de años, como las libertades públicas, los derechos de palabra, de asociación, de prensa, etc.
El resultado se ve por sus propias palabras de atamán: “La base campesina sigue sin desarrollarse aunque parece que mediante el terror planificado lograremos la neutralidad de los más, el apoyo vendrá después”. Sigue: “Ahora viene una etapa en la que el terror sobre los campesinos se ejercerá desde ambas partes, aunque en calidades diferentes. Nuestro triunfo significará el cambio cualitativo necesario para su salto en el desarrollo”. La apatía popular tiene un motivo claro: “La iniciativa parte en general de Fidel o del Alto Mando de la Revolución, y es explicado al pueblo, que la toma como suya”.
Cómo tomaba la vida humana desaprensivamente en sus manos también lo expresan sus propias palabras refiriéndose a una ejecución en campaña: “Este Aristido fue uno de los casos típicos de campesinos que se unieron a la revolución, sin una clara conciencia de lo que significaba y al hacer su propio análisis de la situación encontró más conveniente situarse en la ‘cerca‘ (…) Varias versiones llegaron hasta mí (…) Aquellos eran momentos difíciles para la revolución y en uso de las atribuciones que como jefe de una zona tenía, tras una investigación sumarísima, ajusticiamos al campesino Aristido. Hoy nos preguntamos si era realmente tan culpable como para merecer la muerte y si no se podía haber salvado una vida para la etapa de la constitución revolucionaria”.
El culto:
Se ha dicho que la protesta juvenil es una réplica a la necesidad de la comunicación, comunicación que el desarrollo de nuestra cultura no ha producido sino bajo formas alineadas. Pero podemos considerar que la mercantilización, la absorción por el mercado de su simbologia, es una caída en el sistema, una forma de esterilizar los gérmenes de rebeldía y una manera de cambiar la mala conciencia, creyendo que con ritos exteriores se transforman los sistemas. Y es de extrema importancia observar que el ejercicio de este culto arrastra consigo el hecho de una confusión entre revolución y regresión.
Luis Alberto “Beto” Gallegos
No hay comentarios:
Publicar un comentario