No teniamos...

No teniamos mas lágrimas, el viento nos secó los ojos, la tierra calló nuestra boca, ¿donde estamos?, quizas allá, pero nadie lo sabe...

24 ago 2013

Un guiño a la historia XXII: Sacco y Vanzetti, Nicola y Bart para los amigos....

Ferdinando Nicola Sacco (22 de abril de 1891 – 23 de agosto de 1927) y Bartolomeo Vanzetti (11 de junio de 1888 – 23 de agosto de 1927) eran dos inmigrantes italianos, trabajadores y anarquistas, que fueron juzgados, sentenciados y ejecutados por electrocución el 23 de agosto de 1927 en Massachusetts por el presunto robo a mano armada y asesinato de dos personas en 1920 en South Braintree, Massachusetts.
Su controvertido juicio atrajo una enorme atención internacional, con críticos acusando al fiscal y al Juez Webster Thayer de conducta impropia, y de permitir que sentimientos antiitalianos, antiinmigrantes y antianarquistas predispusieran al jurado. Algunos prominentes estadounidenses, tales como Felix Frankfurter y Upton Sinclair apoyaron públicamente a los comités ciudadanos de Sacco y Vanzetti en una oposición no exitosa al veredicto. Las ejecuciones de Sacco y Vanzetti generaron protestas masivas en Nueva York, Londres, Ámsterdam y Tokyo, huelgas a través de Sudamérica y disturbios en París, Ginebra, Alemania y Johannesburgo.
Desde su muerte, se ha dicho que esta fue debido a su ideología anarquista y que fueron injustamente ejecutados. Las investigaciones siguieron en las décadas de 1930 y 1940. La publicación de las cartas de ambos con elocuentes declaraciones de inocencia han acrecentado la creencia de que son inocentes, sin embargo, algunas pruebas balísticas y algunas declaraciones incriminatorias por sus conocidos han nublado el caso. En 1977, el gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis, hizo una declaración diciendo que Sacco y Vanzetti fueron injustamente enjuiciados y encarcelados y que "cualquier desgracia debería ser para siempre borrada de sus nombres".

Antecedentes

Sacco y Vanzetti fueron acusados por los asesinatos de Frederick Parmenter, un encargado de la nómina gubernamental y Alessandro Berardelli, un vigilante de seguridad y del robo de US$ 15.776,51 de la Slater-Morrill Show Company, en Pearl Street en South Braintree, Massachusetts durante la tarde del 15 de abril de 1920. Los dos hombres fueron arrestados en Buffalo, Nueva York el 5 de mayo de 1920.
Sacco era un zapatero nacido en Torremaggiore, Foggia que emigró a los Estados Unidos a los diecisiete años. Vanzetti era un pescadero nacido Villafalletto, Cuneo que llegó a los Estados Unidos a los veinte años. Se dice que el juez en el caso, Webster Thayer, le dijo al jurado: "Este hombre, (Vanzetti) aunque no haya en realidad cometido ninguno de los crímenes que se le atribuyen, es sin duda culpable, porque es un enemigo de nuestras instituciones". No hay registro de este comentario en la transcripción completa del juicio.
Lo que es seguro es que los dos hombres eran seguidores de Luigi Galleani, un anarquista italiano, que abogaba por la violencia revolucionaria, incluyendo la detonación de bombas y el asesinato. Galleani publicó Cronaca Sovversiva (Crónica Subversiva), un periódico que promovía la revolución violenta, así como un manual explícito para la fabricación de bombas (La Salute è in voi!) que era ampliamente distribuido entre sus seguidores. En ese momento, los anarquistas italianos estaban a la cabeza en la lista de los enemigos peligrosos del gobierno, y habían sido identificados como sospechosos en varios bombazos violentos e intentos de homicidio (incluso uno de envenenamiento masivo), que iban desde el intento, por parte de Alexander Berkman en 1892, de asesinato de Henry Clay Frick en medio de la huelga de Homestead, Pittsburgh,cuando este contrato pistoleros para asesinar y amedrentar a los huelguistas,(de hecho, Alexander Berkman era un inmigrante ruso; había cumplido una sentencia de 13 años por el intento de asesinato y después fue deportado a su país).5 Cronaca Sovversiva fue suprimido en julio de 1918, y Galleani con
ocho de sus asociados más cercanos fueron deportados el 24 de junio de 1919. La mayor parte de los Galleanistas que quedaron evitaron ser arrestados entrando en inactividad o actuando en secreto.
Sin embargo, alrededor de sesenta militantes se consideraban implicados en una guerra de clases que requería represalias. Por tres años, libraron una campaña intermitente de terrorismo dirigido a políticos, jueces y otros oficiales federales y locales, especialmente aquellos que habían apoyado la deportación de extranjeros radicales. El más importante, de entre la docena o más de actos terroristas que los Galleanistas cometieron o que se sospecha cometieron, fue la detonación de una bomba en el hogar del Fiscal General A. Mitchell Palmer el 2 de junio de 1919. En aquel incidente, un Galleanista, Carlo Valdinoci (un asociado de Sacco y Vanzetti), resultó muerto cuando la bomba dirigida al fiscal Palmer explotó en sus manos mientras la colocaba. Un panfleto incendiario encontrado en la escena de esta y otras detonaciones a media noche el mismo día estaba firmado: "Los Luchadores Anarquistas".
Sacco y Vanzetti habían estado involucrados hasta cierto grado en la campaña de ataques con bombas, aunque sus roles no se han podido determinar con exactitud. Este hecho explica mucho sobre sus actividades y comportamiento sospechoso la noche de su arresto, el 5 de mayo de 1920. Dos días antes habían sabido que un compañero llamado Andrea Salsedo había sido tirado desde una ventana de la Oficina de Investigación en Park Row, Nueva York, resultando muerto. En su momento se especuló si Salsedo fue empujado por la ventana o si se cayó durante un intento de obtener información mientras era sostenido por los tobillos fuera de la ventana, una conocida técnica de interrogatorio de "tercer grado".
Roberto Elia, otro Galleanista que se encontraba bajo arresto, fue liberado y testificó que Salsedo estaba desesperado y se suicidó pensando que era la única manera de evitar traicionar a otros Galleanistas. En su libro de 1965, Protest: Sacco-Vanzetti and the Intellectuals, pp.75-76, 80, David Felix apoya esta idea. Él había entrevistado a muchos de los participantes en el caso Sacco-Vanzetti, pero la verdad sobre Salsedo, cuya muerte pudo haber causado acciones más violentas por parte de sus compañeros, tal vez nunca se sabrá. Salsedo trabajaba en una imprenta de Brooklyn que agentes federales habían relacionado con el panfleto de "Los Luchadores Anarquistas". Los Galleanistas sabían que Salsedo había sido retenido por varias semanas y que había sido golpeado, y podían intuir que Salsedo y su camarada Roberto Elia habían hecho importantes revelaciones sobre la bomba puesta el 2 de junio de 1919, lo que sería confirmado después por el fiscal general Palmer.
Los Galleanistas se dieron cuenta que tendrían que realizar sus planes en secreto y deshacerse de toda prueba incriminadora. Sacco y Vanzetti fueron encontrados manteniendo correspondencia con varios Galleanistas, y una de las cartas a Sacco específicamente lo prevenía para que destruyera todo el correo después de leer la carta.
Sospechas de la policía en relación al robo en South Braintree y sobre otro en South Bridgewater se centraban en los italianos anarquistas locales, aunque en realidad pocas pruebas sugerían una conexión entre los crímenes y el movimiento, una teoría era que habían cometido los robos para obtener fondos para su campaña de bombardeos. Sin embargo, el 16 de abril, un día después de los asesinatos y robos, el jefe de la policía local Michael E. Stewart fue llamado por el Servicio Federal de Inmigración (FIS por sus siglas en inglés) sobre el anarquista italiano Ferrucio Coacci, quien había sido arrestado por ellos dos años antes. Por fomentar la deposición violenta del gobierno, Coacci iba a ser deportado. Coacci seguía logrando posponer esto, hasta el 15 de abril de 1920, el día de los eventos en Braintree. Para justificar su ausencia, llamó al FIS con la excusa que su esposa se había enfermado. Se le pidió a Stewart que investigara esto, y envió a dos policías el 16 de abril. Pronto descubrieron que Coacci estaba mintiendo y que su esposa gozaba de buena salud, pero fueron sorprendidos cuando se mostró feliz de ser arrestado para deportación inmediata. Coacci insistió en esto, y fue liberado de culpa después de que su coartada -su tarjeta de entradas y salidas- demostró que había trabajado el 15 de abril, fue deportado el 18 de abril. Detenido a su llegada a Italia, sus valijas fueron inspeccionadas pero la policía no pudo encontrar nada.
Stewart comenzó a sospechar y el 20 de abril visitó la residencia Coacci, encontrando a "Mike Boda" -alias de Mario Buda- rentando la casa. Argumentando que no le agradaba Coacci, dijo que la esposa del hombre también se había ido rápidamente. Buda admitió fácilmente que tenía una española automática calibre .32 cuando le preguntaron si tenía un arma, teniendo el diagrama de una Savage automática también -tal como la que se había usado en el robo y asesinato. El garaje vacío despertó interés, ya que gracias a las marcas de llantas se sabía que dos autos habían estado ahí. Buda dijo que tenía un Oakland 1914, y que estaba por el momento en la tienda. Un Buick y un auto más pequeño habían sido usados, aparentemente, durante el crimen. Stewart no tenía jurisdicción o causa probable para arrestar a Buda, y se fue. Descubriendo que Coacci había trabajado para ambas plantas robadas, regresó con la policía de Bridgewater pero Buda había desaparecido con sus posesiones y muebles, para aparecer más tarde en 1928 en Italia diciendo que había escapado de los Estados Unidos.
La policía organizó una redada en el garaje Johnson donde los autos estaban, diciéndole a los propietarios que los llamaran cuando alguien fuera a recoger un Oakland 1914. "Mike" Buda llegó con tres hombres, después identificados como Sacco y Vanzetti junto con otro hombre llamado Riccardo Orciani y realizando una llamada a la policía. Sin embargo, los hombres desaparecieron, sintiendo la trampa. Boda escapó en una motocicleta con Orciani mientras que los desafortunados Sacco y Vanzetti fueron seguidos en un tranvía y finalmente arrestados. Ambos tenían pistolas con ellos, junto con literatura anarquista y Vanzetti llevaba obuses, como los que se habían usado en el crimen. Sacco tenía una Colt automática calibre .32 como la del diagrama y Vanzetti un revolver calibre .38 que decía llevar por protección; la fiscalía dijo que era el arma que le habían quitado al guardia muerto. Era el 5 de mayo de 1920.
En intentos aparentes para evitar la deportación como anarquistas, mintieron a la policía, esas mentiras saldrían a la luz más adelante durante su caso. Se ha especulado que Coacci estuvo en la escena del crimen, y por ello estaba ansioso de ser deportado y escapar al proceso judicial. Buda y el hombre desconocido desaparecieron, dejando a sus camaradas a sufrir. Vanzetti fue juzgado por el robo de South Bridgewater, Sacco logró demostrar con una tarjeta de entrada y salida que había estado en el trabajo todo el día. El juez fue Webster Thayer, quien criticó al jurado por declarar inocente a un anarquista llamado Sergei Zabraff en un juicio que había presidido dos meses antes. El abogado de Vanzetti fue James Vahey, un distinguido abogado jurista de Boston y dos veces candidato a gobernador de Massachusetts. Aunque Vahey y Vanzetti presentaron dieciséis testigos -italianos de Plymouth que aseguraron haberle comprado anguilas para la temporada navideña- como pescadero no tenía tarjeta de entrada y salida. Los jurados fueron convencidos por varios testigos que identificaron a Vanzetti en la escena del intento de robo y por los obuses que portaba cuando fue arrestado cinco meses después del crimen de Bridgewater. Vanzetti estaba furioso con su abogado quien, según él, "me vendió por treinta monedas de oro como Judas vendió a Jesucristo". Vanzetti también dijo que su abogado lo había convencido de no testificar a su favor temiendo que sus políticas anarquistas condicionaran al jurado. Se piensa que la ausencia del testimonio de Vanzetti, contribuyó a convencer al jurado de su culpabilidad. Declarado culpable de un crimen que ningún historiador piensa que cometió, Vanzetti fue sentenciado por el Juez Thayer a cumplir de 12-15 años en la cárcel, la máxima sentencia permitida.

El segundo juicio

Más tarde Sacco y Vanzetti enfrentaron un juicio por homicidio en Dedham, Massachusetts por los asesinatos de South Braintreee, con Webster Thayer presidiendo de nuevo (Thayer pidió ser asignado al caso). Conscientes de la reputación de los galleanistas de construir bombas de dinamita de extraordinario poder, las autoridades de Massachusetts tomaron medidas para defenderse de un posible ataque con bombas. Trabajadores cubrieron el tribunal de Dedham, donde el juicio tendría lugar, con placas aislantes de hierro (pintados de manera que combinaran con los de madera del resto del edificio) y pesadas puertas corredizas de acero que protegerían esa sección del tribunal en el caso de un ataque con bombas. Cada día del juicio, Sacco y Vanzetti eran escoltados dentro y fuera de la sala con una guardia fuertemente armada.
Vanzetti declaró de nuevo que había estado vendiendo pescados en el momento en que Braintree era robada. Sacco decía que había estado en Boston para obtener un nuevo pasaporte del consulado italiano. Según su versión, habría almorzado con algunos amigos en la parte norte de Boston, los cuales testificaron a su favor. Antes del juicio, el abogado de Sacco, Fred Moore, intentó por todos los medios contactar al empleado del consulado con el cual Sacco decía haber hablado en la tarde del crimen. Un amigo de Moore lo encontró en Italia. El empleado dijo que recordaba a Sacco por la fotografía inusualmente grande que presentó. El empleado también recordaba la fecha -- 15 de abril de 1920. El amigo de Moore intentó que el empleado regresara a Estados Unidos para testificar, pero él, estando enfermo, se rehusó. Lo que pudo haber sido una coartada por un empleado respetable fue reducido a un testimonio escrito que fue leído en voz alta en la corte y rápidamente cuestionado por la fiscalía, la cual argumentó que la visita de Sacco al consulado no podía establecerse con seguridad. También mencionaron que los compañeros con los que almorzó eran anarquistas.
Una buena parte del juicio se basó en pruebas materiales, notablemente balas, pistolas y una gorra. Los testigos de la fiscalía declararon que la bala de calibre .32 que había matado a Berardelli era de una marca tan obsoleta que las únicas balas similares que se podían encontrar para hacer comparaciones eran aquellas en los bolsillos de Sacco. Sin embargo la prueba balística, que fue presentada con exhaustivo detalle, era equívoca. Katzmann, después de prometer en un inicio que no intentaría relacionar ninguna bala fatal con el arma de Sacco, cambió de parecer después de que la defensa preparara pruebas de tiro con el arma. Sacco, asegurando no tener nada que ocultar, permitió que su arma fuera probada, con expertos de ambos lados presentes, durante la segunda semana del juicio. La fiscalía relacionó las balas disparadas por la pistola con aquellas tomadas de uno de los guardias asesinados. En la corte, dos expertos de la fiscalía juraron que una de las fatales balas, rápidamente llamada Bala III, coincidía con aquellas de la prueba. Dos expertos de la defensa dijeron que las balas no coincidían. Años más tarde, los abogados de la defensa sugerirían que la bala fatal había sido sustituida por la fiscalía. Haciendo notar que los testigos juraban que uno de los ladrones vaciaba su arma en Berardelli, preguntaron como es que sólo una de las cuatro balas encontradas en el fallecido podía venir del arma de Sacco.
Más dudas aún rodeaban al arma de Vanzetti. Ya que todas las balas encontradas en la escena eran calibre .32 y el arma de Vanzetti era calibre .38, no había pruebas directas que relacionaran el arma de Vanzetti con la escena del crimen. La fiscalía argumentaba que había pertenecido originalmente al guardia asesinado y que había sido robada durante el robo. Nadie testificó ver a alguien tomar el arma, pero el guardia, quien llevaba $15,776.51 en efectivo en las calles, no tenía su arma cuando fue encontrado muerto. La fiscalía rastreó el arma hasta una zapatería en Boston donde el guardia la había tirado unas semanas antes del homicidio. La defensa fue capaz de generar dudas al demostrar que en dicha zapatería nadie había recogido el arma y que la viuda del guardia le había dicho a un amigo que tal vez no hubiera sido asesinado si hubiera recuperado su arma. Sin embargo, el jurado creyó la versión de la fiscalía.
La pieza final de prueba material de la fiscalía era una gorra que decían había pertenecido a Sacco. Éste se probó la gorra en la corte y, de acuerdo a dos artistas de dos periódicos que publicaron cartones al día siguiente, era demasiado pequeña. Pero Katzmann insistió en que la gorra le quedaba a Sacco y continuó refiriéndose a ella como suya.
La controversia que siguió desacreditaba a los testigos de la fiscalía que identificaban a Sacco en la escena del crimen. Primero, una bibliotecaria llamada Mary Splaine, precisamente describía a Sacco como el hombre que vio disparando desde el auto en fuga. Sin embargo el interrogatorio de la defensa reveló que Splain se había negado a identificar a Sacco en el interrogatorio previo y que había visto al auto en fuga a media calle de distancia. Mientras que algunos otros señalaban a Sacco o a Vanzetti como los hombres que habían visto en la escena del crimen, muchos más testigos, tanto de la fiscalía como de la defensa se negaron a hacerlo.
Después de deliberar por sólo tres horas y hacer una pausa para cenar, el jurado regresó con el veredicto de culpables. Las personas que apoyaban a Sacco y Vanzetti insistían en que habían sido condenados por sus ideas anarquistas, sin embargo cada jurado aseguró que el anarquismo no había tenido un papel en la decisión. El asesinato en primer grado en Massachusetts era un crimen capital. Sacco y Vanzetti estaban destinados a la silla eléctrica a menos que la defensa pudiera encontrar nuevas pruebas.

Ejecución y consecuencias

A pesar de grandes protestas y huelgas en todo el mundo, Celestino Madeiros, Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron ejecutados en la silla eléctrica el 23 de agosto de 1927. La ejecución provocó disturbios en Londres y Alemania. La Embajada de los Estados Unidos en París fue rodeada por manifestantes y la fachada del Moulin Rouge fue dañada. Ambos Sacco y Vanzetti se negaron a recibir a un sacerdote pero se dirigieron tranquila y orgullosamente a sus muertes. Las palabras finales de Sacco fueron "Viva la anarquía!" y "Adiós, mia madre". Vanzetti, en sus últimos momentos, amablemente agradeció a los guardas con un apretón de manos por su amable trato, leyó una declaración proclamando su inocencia y finalmente dijo, "Deseo perdonar a algunas personas por lo que me están haciendo ahora a mi".
Sus compañeros galleanistas no tomaron la noticia de las ejecuciones con ecuanimidad. Uno o más seguidores de Galleani, especialmente Mario Buda, eran sospechosos de ser los perpetradores del infame y mortal atentado de Wall Street de 1920 después de que los dos hombres fueron inicialmente apresados. En el funeral de la calle Hanover, una corona anunciaba Aspettando l'ora di vendetta (Esperando la hora de la venganza). En 1921, una granada enviada al embajador estadounidense en París explotó, hiriendo a su valet. Otras bombas que fueron enviadas a las embajadas de Estados Unidos fueron interceptadas. En 1926, la casa de Samuel Johnson, el hermano del hombre que había llamado a la policía la noche del arresto de Sacco y Vanzetti (Simon Johnson), fue destruida por una bomba.
Siguiendo la sentencia de Sacco y Vanzetti en 1927, un paquete bomba dirigido al gobernador Fuller fue interceptado en la oficina postal de Boston. Tres meses más tarde, explotaron bombas en el metro de Nueva York, en una iglesia de Philadelphia y en el hogar del alcalde de Baltimore. Uno de los jurados en el juicio de Dedham perdió su casa en una explosión a la media noche. Menos de un año después de las ejecuciones, una bomba destruyó el frente del hogar del ejecutor Robert Elliott. Aún en 1932, el juez Thayer fue víctima de un intento de asesinato cuando su hogar fue destruido en una explosión. Después del atentado, Thayer vivió permanentemente en su club en Boston, protegido las 24 horas del día hasta su muerte.



13 jun 2013

Un guiño a la historia XXI: Ramon Gonzalez Sanmarti "El nano", la vida en la lucha...

El 26 de mayo - otras fuentes citan el 25 de junio - de 1920 nace en Granollers (Vallès Oriental, Catalunya) el anarcosindicalista, anarquista y resistente antifranquista Ramón González Sanmartí - el segundo apellido citado a veces com Sanmartín -, también conocido como El Nano de Granollers o Salvador Soler Santamaría.
En 1933, cuando todavía era un aprendiz, se afilió a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). En estos años trabajó en la fábrica de tejidos de algodón de Roca Umbert de Granollers. Durante los hechos revolucionarios de octubre de 1934 fue detenido y encerrado unos meses. Una vez libre en 1935, entró a formar parte del primer Comité de Granollers de las Juventudes Libertarias y en mayo de 1936 representó la comarcal del Vallès Oriental de éstas en el Pleno Regional de Badalona.
Participó en los combates en las calles en las jornadas de julio de 1936 contra el levantamiento fascista y fue nombrado miembro de los comités locales de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL) y de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). En octubre de 1936 marchó al frente de Aragón en la milicia de Ginés Mayordomo que se integró en la «Columna Roja y Negra», que luego pasaría a ser la 28 División («División Ascaso»). Tras la decisión del general Sebastián Pozas, comandante del Ejército republicano del Este, de licenciar los combatientes menores de edad, regresó a Granollers donde retomó diversas tareas de organización.
Con el hundimiento del frente de Aragón, en abril de 1938, con otros compañeros de las Juventudes Libertarias, se encuadró en la 26 División (antigua «Columna Durruti»), entonces dirigida por Ricard Sanz García, en la que luchar en varios combates en las comarcas del Pallars Jussà y la Noguera (Sant Corneli, Sant Romà d'Abella, pantano de Camarasa, etc.). Con el triunfo franquista, participó en la operación de la Retirada y febrero de 1939 cruzó los Pirineos y fue encerrado en varios campos de concentración (Vernet, Agde, Barcarès, Argelers y Sant Cebrià).
Huyendo de los campos se alistó en la Legión Extranjera, destinado en Marruecos enfermó y fue licenciado. De nuevo en Europa, fue detenido por los nazis en Toulouse como ex combatiente y enviado para hacer el Servicio de Trabajo Obligatorio (STO) alemán en Sète (Languedoc, Occitania). Pudo huir y entró a formar parte de la resistencia, como enlace con la CNT clandestina.

Después de la Liberación, participó activamente en la reorganización y en la estructura orgánica de la FIJL. Integrado en los grupos de combate antifranquistas, realizó diversas incursiones en Catalunya con los grupos de Josep Lluís Facerías (Face) - eran cuñados -, de Celedonio García Casino (Celes) y, ocasionalmente, de «Los Maños». El 31 de mayo de 1947, con Juan Cazorla Pedrero y Pedro Adrover Font (El Yayo), expropiaron 18.000 pesetas de la fábrica Roca Umbert donde él había trabajado. El 12 de julio de 1947 intervino con otros compañeros en la ejecución del confidente de la policía franquista Eliseu Melis Díaz. El verano de 1947 se integró en el Movimiento Libertario de Resistencia (MLR). A principios de noviembre de 1947 se internó clandestinamente en la España franquista con Josep Lluís Facerías, Juan Cazorla Pedrero (Tom Mix), Francisco Ballester Orovigt, Celedonio García Casino y Domingo Ibars Juanias. A principios de marzo de 1948 cruzó los Pirineos, con Juan Alcacer Albert, como delegados del FIJL con el fin de presentar informes a la organización del exilio.
Ramón González Sanmartí murió de un tiro en la frente el 13 de junio de 1948 en una emboscada en las calles Talleres, Valldonzella y plaza Bonsuccés de Barcelona perpetrada por la policía cuando participaba en una incursión guerrillera, en esta acción pudieron huir Raúl Carballeira, Víctor García y Juan Cazorla, aunque este último herido de bala en el intestino.

28 may 2013

Un guiño a la historia XX: Xosé Tarrío, un desobediente asesinado por la cárcel

Xosé Tarrío es un histórico preso anarquista que falleció en el hospital intentando recuperarse del daño que terminó de causar en él el campo de exterminio de Teixeiro, en el año 2005 aunque no fue ésta su única desdicha. Escritor del libro "Huye, hombre, huye: diario de un preso FIES", Xosé Tarrío nace en 1968 en A Coruña, en el conflictivo barrio de Kananga. Su padre era un borracho y un maltratador que martirizaba a su madre, que tenía serios problemas para trabajar y mantener ella sóla a sus 5 hijos. A los once años, por los problemas familiares causados por la conducta de su padre, es internado en un colegio del Opus Dei, del que se escapará dos veces debido al autoritario y ultrarreligioso carácter de los profesores, muy dados a las palizas y el castigo físico. Tras ser retirado del colegio, con catorce años, comienza a realizar pequeños robos para intentar ayudar a su familia que lo conducirán al reformatorio de Palavea un total de doce veces, huyendo las doce y continuando con posterioridad con sus pequeños robos que terminarán por enviarlo por orden judicial al Reformatorio Especial de Educación y Orientación, donde permanece hasta los dieciséis años. Sale y continua con sus acciones para poder sobrevivir, sumando a ésto la lacra de su caída en el triste mundo de la droga a la temprana edad de 17 años, con su familia emigrada en Suíza (aunque posteriormente volverían a Coruña) y siendo éstos unos años de serias dificultades para él de las que desgraciadamente no encuentra otra forma de evadirse. Es detenido tras un pequeño robo y condenado a 6 meses de prisión por el juez, que cumple íntegros al no poder pagar la multa. Tras salir de su encierro, pasa otro año malviviendo para volver a la cárcel a cumplir otra condena de dos años, cuatro meses y un día por un robo sin violencia y será tras ésta condena cuando su infierno comience.
Al poco de ingresar, su tío, que conoce la adicción del joven a la heroína, le recomienda encarecidamente que se haga las pruebas médicas para comprobar si tiene SIDA y tras descubrir que sí, el joven se derrumba. Tardará varios años en decírselo a su madre, a la que ama y estima siendo ella la única figura que le dió cariño cuando era un niño, pero Xosé ya sabía que aquella era su sentencia. Con poco más que la mayoría de edad, con SIDA, adicto a la heroína y con toda una vida de palizas, odio y exclusión que habían convertido su corazón en un cúmulo de resentimiento y rabia hacia la suci... digoo, sociedad del bienestar.
Pero lejos de terminar ahí sus problemas, al poco tiempo recibe la dolorosa noticia de la muerte de su primo al que él apodaba Lute, con el que Xosé tenía un fuerte lazo. Aún no se había recuperado de esta muerte y cuando llevaba todavía un año en prisión, su corazón es acuchillado de nuevo cuando se entera por un amigo suyo que su compañera sentimental, de nombre Isabel y de tan sólo 17 años de edad, se había matado en un accidente de moto. Hundido, apenas encuentra una sonrisa para conocer al que será el 6º de lxs hermanxs, Marcos, que nace mientras él está en prisión y al que Xosé verá por primera vez a través del gélido cristal del locutorio de la cárcel.
Xosé ya no encontraba razones para seguir en este mundo pero todavía guardaba un fuerte apego por aquellxs que verdaderamente consideraba sus amigxs. Un día, un preso de la cárcel que tenía fama de navajero, desafió tras un leve choque a Lolín, gran amigo de Xosé en la cárcel, a un duelo de navajas y Xosé, que conocía la reputación del adversario de su amigo, intentó advertir a éste pero Lolín no le hizo caso. Xosé conocía al otro preso porque ya había acuchillado a otro amigo suyo en la cárcel de Teruel, algo por lo que Xosé le guardaba un fuerte rencor. Por éso, un día en el que coincidió en el patio con el preso en cuestión, Xosé le propinó un navajazo en el estómago con la intención de llegar a las tripas, a fin de no causar una herida demasiado grave pero poder salvar a su amigo (Xosé mismo pidió a un amigo suyo más adelante que lo acuchillase en el estómago, sabiendo que no moriría y sería así trasladado al hospital, donde intentaría una fuga). Sin embargo, los nervios le juegan una mala pasada a Xosé que accidentalmente, clava la navaja alcanzando la aorta abdominal y mata a su víctima.
Es juzgado y el juez no tiene piedad, desestimando la alegación de Xosé que afirma que no pretendía matar a su víctima y aprovechando para sumar al cargo de homicidio, todos los atracos anteriores cuyo juicio había quedado pendiente al entrar en la cárcel. Al final, Xosé se junta con una condena que roza los 200 años.
Paradójicamente, ésto fue para Xosé un soplo de confianza en sí mismo y decide recuperar el ritmo de su propia vida. Xosé tras un duro esfuerzo abandona una por una todas las drogas, desde la heroína hasta el alcohol e incluso el tabaco. Coge el hábito de realizar ejercicio físico diariamente y comienza a interesarse por la conciencia política, aprovechando las visitas para pedir a sus amigxs y familiares que consigan los títulos por los que siente curiosidad. A pesar de que en un comienzo se inclina hacia el independentismo gallego Marxista-Leninista, termina por adquirir una fuerte convicción anarquista, que reflejará luego en su libro "Huye, hombre, huye: diario de un preso FIES", sin duda, un duro testimonio que refleja de primera mano la dureza de la vida en prisión para alguien como Xosé y es sin duda uno de los más representativos, no distinguiendo Xosé en ningún momento de presxs políticxs y presxs comunes. Ésto lo convirtió en un claro ejemplo de lucha anarquista contras las cárceles.
Llevaba 16 años de talego (interrumpidos sólo 3 días por una audaz fuga de Xosé y su amigo Redondo, en
la que por cierto, tras tenerlos a su merced, se apiadaron de 2 guardias civiles que habían sido heridos en un tiroteo con éstos, perdonándoles la vida), cuando sin comerlo ni beberlo, vió todas sus condenas reducidas a una sóla de 20 años y como Xosé llevaba ya cumplidas las tres cuartas partes, salió libre.
Una vez en la calle, Xosé decidió vivir en consecuencia con las ideas con las que se había identificado leyendo en la cárcel y tras pasar por el colectivo anarquista "La oveja negra", el único de Coruña, se mueve por todo el Estado colaborando aquí y allá con varias organizaciones autónomas dejando claro que no le gustaba encasillarse en ningún grupo y prefería colaborar con todos los que podía, demostrando una militancia y compromiso admirables.
Su salud era brillante y parecía un hombre nuevo cuando la adversidad volvió a llamar a su puerta. Poco a poco, la relación con su nueva compañera sentimental mostró su resentimiento por la tensión que ésta venía arrastrando al comenzar bajo estricta vigilancia. Finalmente se rompió tras dos años de relación y Xosé, vió cómo todxs sus amigxs de la infancia y de sus últimos años en la calle habían terminado a su vez en prisión o habían muerto, víctimas del mismo abrazo de la muerte del que él había logrado escapar. Muchas fueron por aquel entonces las familias rotas y las generaciones perdidas entre veneno y jeringas en el coruñés barrio de Kananga. A causa de ésto, Xosé termina estrechando buenas amistades con chavales bastante más jóvenes que él y que a pesar de que también lo aprecian, no pueden comprender el fuerte dolor que ha marcado su alma a fuego pues no podían entender lo que se siente tras 16 años de talego, 11 de aislamiento y 9 de régimen FIES y menos, si sumamos a ésto todas las hostias que la vida dió a Xosé tanto antes de la cárcel con las palizas que su padre les daba a él y a su madre y el maltrato tanto físico como psicológico del colegio, el fuerte impacto del reformatorio con tan sólo 11 años y la droga con 17 como dentro de ella, con la muerte de su primo y de su compañera sentimental así como lo sufrido tras la condena, de saber que muchxs de sus amigxs habían muerto y el tener que afrontar una vez más la soledad al romper con su actual pareja. No podían, ningunx de nosotrxs puede, yo sólo puedo contar su historia pero para comprender la agonía que oscurecía lo más profundo de su corazón, es necesario padecer lo que él había padecido.
Tanta adversidad tuvo un duro efecto en la moral de Xosé, que fue minada por completo y terminó por engancharse de nuevo a la droga, en este caso, la cocaína, una vía de escape de relativamente fácil acceso en el lado oscuro de las calles cuando quieres dejar atrás tu alrededor, generando una vacía felicidad química que termina por destruírte.
Debido al cada vez más intensivo consumo de esta sustancia, la salud de Xosé, ya delicada por el SIDA, se resiente fuertemente y sufre una extrema pérdida de peso además de volverse reservado y encerrarse en sí mismo. En ésta situación es detenido nuevamente por la policía nació-mal y llevado a dependencias policiales donde se le retiene acusado de tres robos. Durante los tres días que pasa en los calabozos, Xosé sufre duras torturas por parte de los agentes, que lo fuerzan a reconocer su culpabilidad en los robos que él no había cometido pues como ha verificado su madre varias veces además de varixs vecinxs que lo habían visto, Xosé se encontraba comiendo con ella cuando dos de los tres robos que se le imputaban tuvieron lugar. Los interrogatorios además, se limitaban a sonsacar a Xosé, haciendo uso éso sí de sus siempre democráticos métodos de intimidación y violencia, información acerca de las organizaciones anarquistas con las que había mantenido contacto y las actividades de éstas, obviando por completo el tema de los robos por el que se suponía que se encontraba detenido. La policía causó a Xosé un corte en el brazo que fueron necesarios 60 puntos de sutura para cerrar y que al coger al filo de la vena del brazo, hizo que perdiera mucha sangre. A pesar de ésto, lxs agentes dijeron que el corte se lo había hecho él al autolesionarse y en lugar de llevarlo al hospital, avisaron a un "enfermero" que acudió a comisaría para hacerle una chapuza de mala muerte en el brazo.
La mala fé de lxs perrxs del sistema quedó manifestada en el juicio en el que una testigo reconoció que los policías acudieron a su tienda a enseñarle una única foto de Xosé preguntándole directamente si se trataba del atracador y ella, les dijo que sí a pesar de que Xosé tenía 36 años y ella había reconocido anteriormente que el atracador aparentaba "veintipocos". Decir que es ilegal esta práctica, la de llevar una única foto en lugar de mostrar lxs principales sospechosxs. Además, los polis que llevaban la investigación no acudieron al juzgado a pesar de ser llamados varias veces por la jueza.
A pesar de todas las irregularidades y lagunas presentes en el caso, la jueza declaró culpable a Xosé de los 3 robos y le cargó diez años y medio de condena algo que fue un duro golpe para la ya destrozada moral de Xosé que tras salir del infierno, veía cómo se precipitaba de nuevo hacia él sin remedio.
Más adelante, 28 de Junio del año 2004, Xosé sufrió un infarto cerebral en la enfermería de la cárcel de Teixeiro donde, sea dicho de paso, lo habían diagnosticado de gripe que se había visto agravada por el SIDA, y ésto lo lleva al hospital Juan Canalejo de A Coruña, donde ingresa para, tras una leve mejoría regresar a la cárcel de Teixeiro. Pero su salud no tarda en volver a caer en picado y es excarcelado y devuelto al hospital donde ingresa con la mitad del cuerpo paralizada, problemas para mantener el conocimiento y una pérdida del habla. A pesar de que se le concederá la libertad condicional, Xosé nunca más volverá a salir del hospital. Entra en coma profundo el 20 de Octubre y finalmente, muere el Lunes 3 de Enero del 2005 por una parálisis cerebral.
Xosé es hoy un símbolo de la lucha anarquista contra las cárceles y un ejemplo de cómo un alma rota por la vida puede en determinados momentos, encontrar la fuerza para seguir luchando, luchando por encontrar un poco de luz en el infinito oscuro que es la cárcel. Sí, sí amigxs míxs, de éso murió Xosé. No fue de un infarto cerebral, no fue de gripe, no fue de SIDA. Fue de pena. Xosé Tarrío murió de cárcel. Así se llamaba su enfermedad, cárcel. Pena, dolor, rabia, odio, absurdo, silencio, palizas, golpes, marginación, exclusión, drogas, soledad, encierro, muerte. Ésa fue su vida, la vida de un niño maltratado que intentó sobreponerse a las dificultades saltándose la ley, aprendiendo desde muy pequeño que obedecer no siempre garantiza la piruleta.
Xosé Tarrío, aunque no tuve el placer de conocerte, hoy mi corazón grita por tí, por tí va lo del sábado. Quiero dejar clara una cosa y no exageraré al decir que las lágrimas de rabia y pena que ahora mismo cruzan mis mejillas, no son producto de saber que jamás podré discutir sobre anarquía con Xosé. No. Si estoy llorando ahora mismo es porque no puedo soportar que otra mirada se haya desvanecido luchando para que ahora, a la gente, le importe más un resultado de fútbol que el mismísimo futuro del mundo. Desde aquí juro que más temprano que tarde, hasta el/la últimx bastardx de la autoridad arderá junto con su opulencia y su abuso de poder.

"Si me preguntaran qué es la cárcel os respondería sin dudar que es el basurero de un proyecto socio-económico determinado, al cual arrojan todas aquellas personas que molestan dentro de la sociedad: por éso la cárcel alberga principalmente pobres..." (Palabras de Xosé Tarrío)

XOSÉ TARRÍO, AUNQUE LA SOLEDAD TE DESTRUYÓ, SIEMPRE TENDRÁS UN SITIO EN NUESTROS CORAZONES. SIEMPRE PRESENTE...
QUE VUELEN ALAS NEGRAS DE LIBERTAD Y ROMPAN MUROS Y CADENAS...
¡¡¡ABAJO LOS MUROS DE TODAS LAS PRISIONES!!!
MUERTE AL ESTADO Y VIVA LA ANARQUÍA

RECOMENDAMOS:

Libro - Xose Tarrio - Huye, hombre, huye... - Editorial Virus - ISBN: 978-84-88455-45-1

Video - Fugarse del infierno - haz click aqui

8 feb 2013

Un guiño a la historria XIX: Mateo Morral, unas flores con sorpresa...

Mateo Morral nació en Sabadell provincia de Barcelona en el 1880. Era hijo de un empresario textil. Fue un estudiante muy brillante, dotado para el aprendizaje de idiomas: conocía perfectamente el francés y el inglés a los dieciséis años. Al finalizar sus estudios secundarios, y como mucho de los estudiantes burgueses de un cierto nivel económico en la época, se fue a Alemania, donde aprendió rápidamente el alemán y se licenció en ingeniería mecánica, aunque también se impregnó del pensamiento de Nietzsche y del ideario anarquista, especialmente de la corriente neomalthusiana. A su vuelta en 1902, reactivó primero el maltrecho negocio familiar y luego viajó como representante comercial por toda España, pero las ideas libertarias ya habían calado hondo en él y se enfrentó con la familia, al mismo tiempo que enseñaba los obreros de la fábrica de su propio padre, quien lo apartó de la empresa y de la familia al poco tiempo. Como consecuencia de las riñas con su padre, este le dio diez mil pesetas para que se estableciera por su cuenta, pero Mateo, fiel a sus ideales, marchó a Barcelona, donde desempeñó el cargo de secretario de la Cooperativa anarquista barcelonesa, y al poco tiempo entró a trabajar como traductor y encargado de la biblioteca de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer Guardia.
Mateo Morral Roca era un anarquista de acción, partidario de la denominada propaganda por el hecho, es decir, el uso de la violencia terrorista como medio propagador de las ideas libertarias e instrumento de lucha contra el sistema capitalista.
Los atentados anarquistas buscaban la conmoción general de la sociedad, la concienciación de las masas y, ante todo, la denuncia de las graves desigualdades sociales. Cualquier acontecimiento social en el que participaran las autoridades o las clases dirigentes, la aristocracia y el clero, eran ocasiones propicias para revelar la realidad social del proletariado y difundir las ideas anarquistas. Los enlaces reales o las ceremonias religiosas eran buenas situaciones para ejecutar estos fines.
El 31 de mayo de 1906 Alfonso XIII contraía matrimonio con Victoria E. de Batterberg. Cuando la comitiva real se disponía a salir de la calle Mayor, desde el número 88, un hombre arroja un artefacto explosivo en un ramo de flores. La pareja real resulta ilesa pero la explosión provoca una masacre alrededor de la carroza.
El autor, Mateo Morral, consiguió huir de la pensión desde donde lanzó la bomba y donde dió sus verdaderos datos. Se dirigió a la redacción del Diario El Motín, donde preguntó por el director quien con ayuda de unos amigos consiguió sacarlo de Madrid.
Durante el proceso no pudo demostrarse relación alguna anterior entre ellos, solo que el periodista escribió en su periódico “que llegaba a considerar de más baja condición moral al delator que al asesino.”
Así llegó Mateo hasta Torrejón de Ardoz donde se detuvo hambriento en una posada. Los venteros asombrados por el aspecto que presentaba y por su mano vendada, datos que los periódicos facilitaban, avisaron a la Guardia Civil. No tardaron en presentarse tres agentes. Al pedirle uno de ellos que le acompañara, no opuso resistencia, pero al alejarse de la venta sacó un arma disparando contra el guardia y a continuación a sí mismo en el pecho.
No se consiguió vincular ningún sindicato ni organización anarquista con Morral, a pesar del gran número de detenidos y del grosor del sumario. La fiscalía intentó, por todos los medios, involucrar al pedagogo catalán Francisco Ferrer y Guardia, creador de la Escuela Moderna en la que Morral había sido bibliotecario. Este, libertario emblemático de fama internacional (Man Ray exportó a EE.UU. su proyecto pedagógico), sería cabeza de turco y, si en esta ocasión consiguió desligarse, fue fusilado tres años después, acusado de incitación a la Semana Trágica, cosa que nunca se probó, provocando protestas en toda Europa, lo que hizo caer el gobierno de Maura.
El atentado en sí, sus consecuencias, y el final de Mateo Morral provocaron una gran conmoción en la opinión pública, pero especialmente entre los intelectuales y escritores modernistas, pues el libertario catalán, en su breve estancia en Madrid, acudió con frecuencia a las tertulias modernistas, hasta tal punto que, según cuenta Ramón Gómez de la Serna, la víspera del atentado estuvo presente en la horchatería de Candelas en la calle de Alcalá.
En La Horchatería de Candelas en la calle de Alcalá se reunían por aquel entonces los escritores y artistas modernistas del momento: Azorín, Ricardo Baroja, Valle-Inclán, Pío Baroja. De entre todos ellos, Pío Baroja es el que más recuerdos nos ha dejado sobre el libertario catalán y sus andanzas por Madrid. De hecho, el atentado de la calle Mayor y la posterior huida de Morral le inspiraron al escritor una novela, La dama errante (1908), de ahí que los recuerdos barojianos acerca de este hombre de acción sean muchos. Décadas después, en sus memorias redactadas en la postguerra, recordaba así a Mateo Morral y su paso por el local de la calle de Alcalá:
”El año 1906 fue el atentado de Mateo Morral en la calle Mayor contra los reyes. Este atentado nos produjo una impresión extraordinaria. Creo que también la produjo en Madrid y en España. Todo el mundo se preguntó qué objeto podía tener aquello. Por lo que nos dijeron, Mateo Morral, el autor del atentado, solía ir a la cervecería de la calle de Alcalá donde nos reuníamos por entonces varios escritores. Parece que le acompañaban Francisco Iribarne, un tal Ibarra, ex empleado del tranvía y luego tabernero, y un polaco Dutrem Semovich, viajante o corredor de un producto farmacéutico llamado la Lecitina Billón. Ibarra estuvo preso después del crimen. El polaco e Ibarra recuerdo que tuvieron una noche un gran altercado con el pintor Leandro Oroz, que dijo que los anarquistas dejaban de serlo en cuanto tenían cinco duros en el bolsillo.”
(Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino, Biblioteca Nueva, Madrid, 1949, pág. 790)

Por su formación intelectual, sus inquietudes ideológicas y artísticas, no es de extrañar su presencia en el ambiente cultural madrileño de 1906 y su interés por las tertulias intelectuales de los cafés. Algunos de los escritores modernistas compartieron mesa y tertulia con Mateo Morral, de ahí el gran impacto que en todos ellos causó el atentado, su autoría y la curiosidad por comprobar y reconocer quién era el anarquista catalán capaz de semejante acción. Esa es la causa por la que los hermanos Baroja y el propio Valle-Inclán acuden a ver el cadáver de Mateo Morral a la cripta del Hospital del Buen Suceso. Baroja, en el prólogo a La dama errante (1908), proporciona detalles más concretos:
“Yo no creo que hablé nunca con Morral (sic). El hombre era oscuro y silencioso; formaba parte del corro de oyentes que, todavía hace años, tenían las mesas de los cafés donde charlaban los literatos. (...). Después de cometido el atentado y encontrado a Morral muerto cerca de Torrejón de Ardoz, quise ir al hospital del Buen Suceso a ver su cadáver; pero no me dejaron pasar.En cambio, mi hermano Ricardo pasó e hizo un dibujo y luego un aguafuerte del anarquista en la cripta del Buen Suceso.Mi hermano se había acercado al médico militar que estaba de guardia a solicitar el paso, y le vio leyendo una novela mía, también de anarquistas, Aurora Roja. Hablaron los dos con este motivo, y el médico le acompañó a ver a Mateo Morral muerto.”
Años más tarde, en 1924, Valle-Inclán, en el prólogo a la novela de Ricardo Baroja, El pedigree, hace constar su presencia aquel día en la cripta del Buen Suceso:
“ ¡Grotescas horas españolas en que todo suena a moneda fullera! Todos los valores tienen hoja - la Historia, la Política, las Armas, las Academias -.Nunca había sido tan mercantilista la que entonces comenzó a llamarse Gran Prensa - G.P.- . ¡Maleante sugestión tiene el anagrama!. En aquellas ramplonas postrimerías, trabé conocimiento con Ricardo Baroja. Treinta años hace que somos amigos. Juntos y fraternos, conversando todas las noches en el rincón de un café, hemos pasado de jóvenes a viejos. Juntos y diletantes asistimos al barnizaje de las exposiciones y a los teatros, a las revueltas populares y a las verbenas: Par a par, hemos sido mirones en bodas reales y fusilamientos. Mateo Morral, pasajero hacia su fin, estuvo en nuestra tertulia la última noche. Le conocimos juntos, y juntos fuimos a verle muerto. Ricardo Baroja hizo entonces una bella aguafuerte: Yo guardo la primera prueba. Ajenos a la vida española, sin una sola atadura por donde recibir provecho, hemos visto con una mirada de buen humor treinta años de Historia.”
(Ramón del Valle-Inclán, Varia. Artículos, Cuentos, Poesía y Teatro. Edición de Joaquín del Valle-Inclán, Col. Austral, Espasa Calpe, Madrid, 1998, págs. 450-51). También Valle-Inclán escribió un poema Rosa de Llamas (1918), cuyo principal motivo fue también Mateo Morral.
Rosa de Llamas
Claras lejanías...Dunas escampadas... La luz y la sombra gladiando en el monte. Tragedia divina de rojas espadas Y alados mancebos, sobre el horizonte. El camino blanco, el herrén barroso La sombra lejana de uno que camina, Y en medio del yermo, el perro rabioso, Terrible el gañido de su sed canina ..¡No muerdan los canes de la duna ascética La sombra sombría del que va sin bienes, El alma en combate, la expresión frenética, Y el ramo de venas saltante en las sienes!... En mi senda estabas, mendigo escotero. Con tu torbellino de acciones y ciencias: Las rojas blasfemias por pan justiciero, Y las utopías de nuevas conciencias. ¡Tú fuiste en mi vida una llamarada Por tu negro verbo de Mateo Morral! ¡Por su dolor negro! ¡Por su alma enconada, Que estalló en las ruedas del Carro Real!...

MATEO MORRAL ROCA (1880-1906)
El autor del atentado contra el rey Alfonso XIII en Madrid, en mayo de 1906, desmonta todos los tópicos que se han dicho sobre el anarquismo, que no son pocos.
Sabadellense, hijo de un industrial del textil, alto, moreno y elegantemente vestido, es enviado por sus padres a Francia y Alemania para elevar su nivel cultural, es decir ser educado para poder dirigir un día el negocio familiar. Pero cuando regresa del extranjero, donde entre otras cosas ha realizado estudios de ingeniería textil, se dedica ya como patrón de la fábrica a enseñar a sus obreros lo que es la solidaridad, la organización obrera y sistemas de lucha como la huelga. Los obreros le escuchan atónitos no acertando a entender que el dueño les hable de estas cosas.
Mateo Morral se había inclinado ya hacia el ideal anarquista, por ese motivo abandona las comodidades y la vida fácil para dedicarse en cuerpo y alma a la causa revolucionaria. Captado por Ferrer i Guardia, lo vemos en 1905 como bibliotecario y encargado de la librería en la Escuela Moderna de la calle Bailén. Su vida transcurre ahora entre libros, lee todo lo que cae en sus manos y cada vez está más convencido del cambio que se avecina en la sociedad futura.
Traduce el folleto de Robin Generación voluntaria y se entusiasma con las obras de Ibsen. Junto con su amigo Albano Rosell, pedagogo, fundan la agrupación Ibsen con la idea de difundir su obra. Su idea de transformación de la sociedad le lleva a realizar algún acto que suponga cambios más rápidos. En mayo de 1906 se traslada a Madrid y atenta contra el rey lanzando una bomba que ocasionó la muerte de 24 personas. Atormentado por esas víctimas logra escapar pero cuando iba a ser detenido, en San Fernando de Henares, se suicida.
Debido a la relación que mantuvo con Ferrer i Guardia se acusó a este último de estar involucrado en el atentado, lo que significó la excusa perfecta para cerrar definitivamente la Escuela Moderna. Morral en su imaginario intentó que la sociedad cambiara al ritmo que él pensaba que debía tener, y tal como otros muchos anarquistas pensaban, lo intentó contra quien representaba el poder y la represión.

29 ene 2013

Un guiño a la historia XVIII: Gaetano Bresci, jaque y mate al rey



Un breve relato de la vida de Gaetano Bresci, quien en 1900 asesinó a rey Umberto I de Italia en respuesta a la masacre de los trabajadores en Milán.

Gaetano Bresci nació el 11 de noviembre de 1869 en Coiano, un pequeño pueblo en el municipio de Prato, en la Toscana, centro de Italia. Sus padres lo enviaron a trabajar a una edad temprana, durante el cual él trabajaba como tejedor de seda, la profesión que iba a continuar durante toda su vida.
En un momento en que las ideas anarquistas empezaban a extenderse por toda Italia, con la Toscana, en particular, convirtiéndose en un baluarte para la actividad radical, Bresci se involucró en un grupo anarquista. Poco se sabe de las actividades del grupo sin embargo, es claro que Bresci cumplido una condena corta en la cárcel como resultado de estar involucrado en un "disturbio anarquista".

Tras su liberación Bresci emigró a Estados Unidos, viviendo primero en Nueva Hoboken, donde se casó con una chica inmigrante irlandesa en 1897. Él y su esposa se alejó poco después, instalándose en la ciudad industrial grande de Paterson, Nueva Jersey, donde él tomó el trabajo como tejedor en uno de los numerosos molinos de la ciudad en un salario de 15 dólares a la semana.
Participaba en las actividades de un grupo anarquista local, Bresci y sus compañeros se dedicó a la introducción de las ideas anarquistas a la considerable población inmigrante italiana en Paterson, finalmente, la creación de un periódico, La Questione Social. Ganando una reputación como un experto propagandista, Bresci se convirtió en uno de los principales contribuyentes al papel, dedicando gran parte de su tiempo libre a la escritura y la organización entre los trabajadores inmigrantes.

Audición y presentación de informes de prensa de la mano de obra internacional y el movimiento anarquista La Questione Social, Bresci era muy consciente de la situación cada vez más inestable política y social en Italia. En 1898 recibió la noticia de un acontecimiento en su país que cambiaría para siempre su vida. Después de una prolongada campaña de huelgas y manifestaciones en toda Italia para protestar contra el aumento del costo de vida, tuvo lugar una manifestación de los trabajadores por las calles de Milán el 6 de mayo de 1898. La marcha tuvo un giro cada vez más violento y, temiendo un ataque contra el Palacio Real, las tropas recibieron la orden de disparar contra la multitud.

El tiroteo, conocido como la masacre Bava Beccaris, ordenado por el general de la policia, dejo cientos de muertos.

Deseando vengar los trabajadores que habían sido muertos por las calles de Milán ese día, Bresci comenzó a planear un asesinato que llegó a las más altas esferas del orden social italiano. 

Inesperadamente, en mayo de 1900, Bresci se acercó a sus compañeros de La Questione Social y exigió la devolución de un préstamo de $ 150 que se había utilizado para crear el periodico. Dio una explicación de sus actos dejando a sus compañeros profundamente sorprendidos, Bresci salió de los Estados Unidos el 17 de mayo de 1900 con la intención de asesinar a rey Umberto I de Italia.
Dos meses más tarde Bresci hizo su camino a la pequeña ciudad de Monza, a unos 10 kilómetros al norte de Milán. La ciudad era una de las villas reales del rey y en ella se alojaba unas semanas al año. Fue aquí donde cometió su atentado Bresci.
En la noche del 29 de julio, mientras que el rey estaba repartiendo premios a los atletas después de un evento deportivo, Bresci estalló entre la multitud y le disparó al rey tres veces, causándole la muerte casi de inmediato.

Representado por el famoso anarquista abogado Francesco Saverio Merlino, Bresci fue juzgado en Milán y el 29 de agosto fue condenado a trabajos forzados en Santo Stefano, la prisión de la isla famosa albergar en ella a presos anarquistas y socialistas. Él no iba a quedarse mucho tiempo. Menos de un año después fue encontrado ahorcado en su celda, su cuerpo fue arrojado al mar por los guardias de la prisión poco después. Aunque el suicidio fue la explicación oficial de su muerte, esto fue muy debatido por aquel entonces y hoy dia parece más probable que él fue asesinado por sus guardias.

Los relatos de la vida de Bresci nos dicen que él era un hombre sensible y altamente susceptible a las injusticias cometidas hacia los trabajadores.Fueron estas características las que le llevaron a dar su vida por un acto que él creía que aumentaría la conciencia social de la clase obrera italiana y acelerar el camino hacia la revolución.
Carrara (Ita.), columna conmemorativa en recuerdo de Gaetano Bresci.