En alguna ciudad de algún país se está en la víspera de las elecciones.
La vida marcha como en la mayoría de los
países: existe una masa popular profundamente adormecida por el opio
que el Estado y sus instituciones tienen destinadas a tales fines; una
enorme nube de explotados que soportan diariamente los golpes del
Estado; y claro (¿Podría faltar?) una pequeña élite que vive con todas
las comodidades que su posición de explotadores les otorga.
En este panorama se presenta
periódicamente un acto por medio del cual se eligen a los miembros del
cuerpo gubernamental encargado de proteger los privilegios de la élite
antes mencionada.
Se te dice diariamente que eres libre en una sociedad donde tu opinión cuenta, donde tú decides el rumbo del país.
Lo único que tienes que hacer es
escuchar las propuestas de los candidatos y elegir al mejor. Porque
después de todo ¿No se te ha dicho siempre que el gobierno es el
encargado de organizarlo todo: transporte, comunicaciones, comercio,
leyes… todo deviene del gobierno y tú, para organizar bien la sociedad
no necesitas organizarte, sino simple y llanamente elegir al mejor
candidato?
Este candidato se supone sería una
persona bien capacitada para hacer todo aquello que tú por ignorancia o
por falta de tiempo no puedes realizar. ¿Hace falta que pavimenten tu
calle? ¿Qué ayuden a los ancianos en tu localidad, región o país? Cosa
de nada –se te dice- simplemente escucha las propuestas de los
candidatos y elije el mejor.
Pero ¿Cómo estar seguros de las buenas intenciones de dichas personas? ¿Cómo saber cuál es el mejor?
¿Y si la medida de bondad o de maldad
no se mide sino en que sean menos peores? Es decir, que no existe uno
solo bueno, sino solo alguno que es menos déspota que los demás, lo que
no quita que siga siendo un déspota, en menor medida, pero déspota al
fin. O sea que todos son menos o iguales de malvados, pero que no existe
uno solo bueno dadas las desigualdades que sostienen en el
mantenimiento del actual régimen de injusticia que padecemos.
Tus abuelos lo contaban a tus padres,
tus padres te lo contaron a ti… y en casi todas las personas que conoces
sucede lo mismo, todos lo dicen: “En época de elecciones siempre
prometen miles de cosas que nunca cumplen”
Además de esto se presentan otras dificultades para cegarte en tus decisiones.
El candidato no será ciertamente un
personaje que se te presente con uniforme militar, con un bigote como
brocha, un fuete en la mano, galones en el uniforme, gritándote mientras
te salpica de saliva y diciéndote que obedezcas ciegamente al Estado y
su autoridad, que eres simplemente una rueda más de la máquina, que te
harán trabajar toda tu vida para al final, cuando tus brazos sean viejos
y cansados, desecharte como si se tratase de un objeto desechable, para
ser reemplazado con nuevos brazos a los cuales tratarán de la misma
forma.
No, hacer eso no es nada bueno si desean ganar las elecciones. Harán todo lo contrario.
Un día comenzarán por los medios
oficiales los rumores de los posibles candidatos; se dirá que tal o
cual, que este o aquella. Se crea así la perspectiva de los posibles
candidatos.
Semanas antes de las elecciones se presentan flamantes los candidatos.
El uno es un bonachón gordito con una sonrisa carismática.
El otro candidato es una mujer madura, pulcra, de buen hablar y que inspira confianza.
Hay todavía un tercero: es un hombre elegante, de buen hablar y seriedad.
El uno habla de bajar los impuestos y de generar empleos.
La candidata propone no solo generar
empleos, sino que estos sean bien pagados. Además habla de apoyo a la
mujer, de legislar sobre los maltratadores de mujeres, más apoyo a los
estudiantes y demás.
El otro, el hombre elegante y de buen
hablar, dice que es necesario un plan de austeridad en el gobierno,
bajar los impuestos, generar empleos, hacer obras públicas y dar apoyo a
los ancianos.
Todos dicen que hay que mejorar la
calidad de vida de los trabajadores, que hacen falta escuelas, bajar los
impuestos, eliminar la pobreza… que hacen falta muchas cosas.
Vaya ¡Es que han venido a descubrir el hilo negro!
Todo eso que dicen que hace falta tú lo sabías desde hace mucho, dado que eres tú quien sufre por esas carencias.
Esos simpáticos personajes cuyo carisma
conquista a neófitos de toda clase y que pretenden subsanar las miserias
del sistema con cosas tan simples no son personas ni de lejos mejores
que tú.
Te dicen únicamente lo que tú deseas
oír. Juegan con tus necesidades para obtener tu consentimiento a un
sistema que te subyuga diariamente, que te permite elegir tu gobernante
pero no si deseas o no ser sometido al gobierno.
Saben de tus necesidades, de tus carencias y por medio de ellas te hacen ese sutil chantaje
¿Quieres vivir mejor? Vótame y veremos de darte alguna mejora… eso sí, mejora por un lado, pero tablazo por otro.
Conocen a la perfección tus carencias precisamente porque son ellos quienes las generan.
En estos lares cada uno hace su programa, contratan un buen grupo de publicistas, pensadores y diseñadores.
¿De dónde sale ese dinero para pagar
todo eso? De tus impuestos, dado que el Estado destina una cantidad de
tus impuestos a pagar las elecciones. Tú que apenas tienes para malvivir
en medio de mil carencias, pagas esos odiosos lujos de propaganda. ¿Se
te pide opinión sobre si deseas o no pagar esos gastos? De ninguna
forma: el gobierno te cobra Impuestos (nada de
cantidades voluntarias, sino Impuestos: por la fuerza, sin pedir
opinión, sin solicitar consentimiento de ningún tipo) que sirven para
pagar un par de obras públicas, pero también sus lujos y sus campañas.
La campaña de la candidata habla del
alto número de mujeres maltratadas, de otorgar mayores recursos a la
educación, habla de construir escuelas y dotarlas de material didáctico,
de becas y de apoyo al estudiantado. Aparece en grandes cartelones su
imagen rodeada de un grupo de estudiantes y con letras grandes algún
empalagoso lema.
Por su parte el gordito bonachón habla
de generar empleos y presenta una serie de propuestas para lograrlo.
Dice que es posible salir de la pobreza y hacer que tu país sea próspero
y posiblemente una potencia mundial y ejemplo de cómo avanzar en
materia social. Aparece también en grandes cartelones rodeado de obreros
y otro lema empalagoso.
Por su parte el candidato de elegancia
dice que los gobernadores ganan demasiado, y que bajando sus salarios
(obra piadosa digna de cualquier monjita de pueblo) es posible dar
mayores recursos no solo a los estudiantes, a los obreros y proteger a
las mujeres, sino que además presentarán una propuesta por medio de la
cual los impuestos bajarán como si se encontraran en una montaña rusa.
Sus cartelones no son diferentes de los
otros, pero tienen la característica especial de que en ellos aparece
firme no solo el lema empalagoso, sino también el juramento de cumplir
lo que afirma.
Los lemas de los tres son similares. Son
lemas del estilo: “Tú te lo mereces” “Ya es justo” “Porque sí se puede”
“Esta vez todo va a cambiar” “Juntos podemos más” “Somos el cambio”
“Por una mejor calidad de vida” “Por el bien de todos”… “¡Te amamos!”
El puesto de diputado, de gobernador o
de presidente será ocupado pase lo que pase (¡De ellos no te libras!).
Se trata solamente de ver quien ocupa dicho cargo.
En estos momentos necesitan de tu
opinión, necesitan de tu complicidad; por ello, y solo por ello, es que
se dirigen a ti. Sin tu complicidad, sin que nadie votara, aquello se
vería descaradamente como un hecho impuesto. Imagina que un día nadie
vota.
El gobierno no desaparecerá por este simple acto ¡Faltaría menos!
Al ser una institución funcional donde
la fuerza contra las poblaciones viene a ser el punto neurálgico del
organismo, éste seguirá existiendo votes o no votes.
Pero imagina que un día nadie, pero
nadie, ni siquiera el clásico pelmazo (Nunca falta alguno) que piensa
que a lo mejor un día hay un gobernante bueno, acude a las urnas.
Ese día el gobierno se mostraría como
realmente es: una imposición directa y cruda sobre el pueblo. Una
institución que aunque nadie hubiera consentido en su existencia se
impondría por las buenas o las malas.
Pero regresemos al panorama de las elecciones.
El uno se hace llamar “El candidato del
empleo” la otra “La candidata de la honestidad” y el otro “El candidato
de la justicia”… pareciera que nos encontramos ante un grupo de súper
héroes de las caricaturas con esos nombres. Pero no, se trata de
estrategias publicitarias, malas y careciendo de ingenio, pero
estrategias al fin de cuentas.
Uno y otro irán a los barrios populares,
harán un miting y prometerán lo indecible. Se tomarán una foto con un
niño, con una anciana, con una mujer y su hijo, con el abuelo del
barrio. Darán la mano a todos los que se la pidan, escucharán todas las
quejas del barrio. Dirán a todo que sí, prometerán solemnemente cumplir
sus promesas, jurarán una y otra vez esto y aquello.
Serán muy sonrientes, amables, amigables
y simpáticos. Harán alguna broma, dirán algún chiste… eso sí,
prometerán una y otra vez que son los verdaderos salvadores del pueblo.
Regalarán plumas, gorras, habrá mil y un
artículos (camisetas, pegatas, etc.) con el nombre del candidato
correspondiente, habrá fiestas, bailes… y en todos esos actos los
símbolos serán una cosa infaltable: banderas, cartelones, confeti,
música… el candidato estará en un escenario, con un gesto guerrero
prometiendo a izquierda y derecha cuanto crea conveniente… total, no
cumplirá lo que prometa; él lo sabe muy bien, y por ello es que lanza en
desbandada promesa tras promesa.
Cerrará el puño, hará gestos de guerra, dirá convencido que es posible cambiar las cosas.
Inconscientemente te lo dicen: las cosas pueden cambiar… ¡Por supuesto que pueden cambiar!
Cambiarán el despotismo del
gobernante actual por el suyo propio, pero se tratará solo de eso: de un
cambio, de una vuelta de tuerca, de una engañifa más.
Te lo dicen así de claro porque
acostumbrado como estás a pensar en cosas absurdas (que si ya se lesionó
el delantero de tal equipo de futbol, que si aquella cantante ya se
operó tal cosa…) no advertirás que el cambio del que te hablan significa
solamente exprimirte de formas nuevas, cuando no de la misma forma,
pero con otro nombre.
¿Habrá debates entre los candidatos antes de las elecciones?
Cada uno dirá que el candidato contrario
es el demonio en persona, que no cumple lo que promete, que ha tenido
tales y cuales fallos; cada uno expone públicamente al otro.
En ese momento quizá algún futuro
votante se da cuenta de que todos tienen más o menos el mismo defecto
que le achacan al otro: una ineptitud y poca vergüenza que apenas logran
esconder debajo de sus enormes vientres que denotan una vida holgada.
Entonces ese elector no podrá sentir sino asco de semejantes personajes y
ningún ánimo de ir a entregar en forma de papeleta electoral su
libertad.
Sin embargo, como se nos enseña desde
pequeños que todo cambio de raíz es imposible, muchos se conforman con
que alguno de ellos aparente ser menos dañino que los demás.
Ven en esos debates una lluvia de
propuestas para mejorar la sociedad, cuando no se trata sino de un grupo
de hienas que se disputan hambrientas el cadáver de tu libertad. Una
subasta donde cada uno ofrece tal o cual cosa para arrogarse el derecho
de explotarte.
Mientras estos simpáticos buitres hacen
su juego para convencerte, otro tentáculo se extiende sobre tu cuello:
se trata de aquello que mantiene la enajenación y que unida a la
religión hacen posible una explotación sencilla: la prensa al servicio
del gobierno.
Estos tampoco te dirán de ninguna forma la trampa que se oculta en el sufragio universal.
Montones, miles de anuncios publicitarios en la TV te dirán lo mismo de diferentes formas.
Te dirán cosas como “Tú tienes el poder
de elección” “La democracia sin ti no es posible” “Juntos gobierno y
sociedad logramos salir adelante” “En estas elecciones no pierdas la
oportunidad de cambiar las cosas” “La democracia se ejerce todos los
días”
Ahora une este bombardeo con aquello que
pasan cotidianamente en la TV y obtendrás un elemento de adormecimiento
más poderoso que el cloroformo.
Para coronar este acto circense se impone la llamada “Ley seca” antes de las elecciones.
¡Por supuesto! No sea que por beber la gente se olvide de votar.
El resto del año las masas pueden
permanecer sedadas con las bebidas embriagantes, dado que no se necesita
su concurso más que en el trabajo. Es entonces preferible mantenerlos
adormilados para que nunca protesten, para controlarlos y alejarlos de
la realidad y de los problemas reales que le afectan.
Pero en las elecciones eso no es
conveniente. Es más, sería contraproducente que la gente estuviera
bebida, ya que entre copa y copa se les puede olvidar acudir a las
urnas.
***
Y llegamos al ansiado día.
Los cándidos electores acuden a las
urnas pensando hacer un bien a su país. Van y depositan en la urna la
papeleta destinada a otorgar sus libertades a seres ambiciosos e
incompetentes.
Después de tantos gastos, de tanto
bombardeo publicitario y de tanto esfuerzo en hacerte votar, por fin han
obtenido de ti lo que deseaban: con tus propios impuestos has pagado un
acto por medio del cual serás sometido.
Pasan las elecciones y gana tal o cual ¿Será diferente si gana este o aquella?
Pasan unos días, unas semanas, unos meses… y todo sigue igual. Nada ha cambiado.
Sigues siendo un trabajador que se ve
robado diariamente por el amo; tus necesidades siguen siendo las mismas
cuando no mayores; los estudiantes siguen manipulados y muchos ni
siquiera pueden acceder a la escuela dados sus magros presupuestos
económicos; los impuestos en lugar de bajar “como si se encontraran en
una montaña rusa” suben como si fueran un cohete a la luna; cada día es
más alto el costo de la vida; todo sube, y tu salario apenas ve una
mejora irrisoria de unos cuantos centavos al año.
¿Qué puedes hacer ahora?
Has otorgado a tus verdugos el derecho a gobernarte.
Ya no piden tu opinión, ya no la
necesitan. ¿Qué no cumplieron sus promesas? Pues a ver cómo te las
arreglas. Ya no eres alguien de quien les interese lo que piensa. Ya no
te saludan de mano, ni se toman la foto con el niño en brazos, ni andan
en las calles de tu barrio.
Ahora se saludan solo entre la élite de
gobernantes; se toman fotos con famosos y adinerados; no andan en
barrios donde la pobreza es el mayor escenario, sino en paraísos
tropicales, en autos lujosos y en casas que contrastan del todo con el
lugar donde vives tú que les elegiste.
¿En qué te ha beneficiado a ti realmente que ganara tal o cual candidato? Tu situación es la misma de siempre, cuando no peor.
La ley escrita mantiene el “orden” en la
sociedad actual. O sea, mantiene las condiciones tal cual están ahora,
cuando no las empeora dado que sirve a intereses de burgueses y no de la
enorme mayoría del pueblo.
¿Hay pobreza, hay miseria, hay
desigualdad e injusticias? ¡Con tu participación en la comedia electoral
has remachado esas condiciones!
Hay aún quienes acuden a las urnas a
elegir “El mal menor”. Piensan que puesto que todos son malos pero hay
unos “más malos que otros”, no votar significa que los peores suban al
poder y con ello empeoren las cosas… ¡Como si fuera posible vivir peor
de lo que estamos!
Elegir un “mal menor” es elegir un mal
al fin de cuentas. Para quienes aún creen en este sistema demagógico,
autoritario y oligarca, un mal menor les consuela. Para quienes deseamos
cambiar realmente las cosas los males menores siguen
siendo un mal, y tanto a uno como a otro es preciso destruirlo. El
problema no está en la forma que revista el gobierno, sino en la
institución misma del gobierno. ¿Qué ha hecho el gobierno a lo largo de
la historia para que el pueblo deje de ser el esclavo productivo de una
minoría de ricos? Absolutamente nada. Desde la constitución misma del
gobierno hasta ahora, todos los gobernantes han prometido un mejor nivel
de vida, igualdad, justicia y libertad (paradójicamente prometen lo que
saben que no existe: dentro del gobierno, sea cual sea su nombre, no
existe justicia, ni igualdad ni libertad), y sin embargo el pueblo sigue
siendo tan esclavo ahora como siempre. Es cierto, con algunas
concesiones, pero esclavos hoy como ayer. Esclavos de primera calidad si
se quiere, pero esclavos al fin de cuentas.
¿Te has dado cuenta de que votar no
sirve de nada y que está en el propio pueblo, sin gobernantes ni
líderes, la fuerza necesaria para cambiar las cosas?
No esperes entonces la llegada de mejores condiciones con el simple hecho de no elegir verdugos.
Si votar no consigue sino otorgar
validez al régimen de explotación mediante la participación en sus
comedias democráticas, no votar no cambia tampoco las cosas.
Es preciso que al abstencionismo le siga
la autoorganización, la constitución de organizaciones horizontales
(sin lideres ni jefe alguno) para hacer frente a las leyes burguesas
que, amparadas en las armas de los ejércitos, actúan para exprimirte
diariamente un poco más para beneficio del capitalismo, para mantenerte
controlado al menor intento de rebelión, y para mantener las condiciones
actuales tal como están.
Votar lo hace cualquiera con dos neuronas; pero no votar lo puede hacer cualquiera, por flojera, por conciencia o por olvido.
A la abstención le debe seguir inevitable y necesariamente, la autoorganización del pueblo.
Organízate al margen de la autoridad y
del gobierno para constituir una sociedad sin gobierno donde la libertad
sea real (y sucederá inevitablemente) y no ficticia.
Ahora que comprendes que el sufragio
universal se te ha dado para callar tu voz; ahora que comprendes que el
“derecho” al voto no es sino la trampa por medio de la cual se te
mantiene adormecido para que pienses que cuentas, cuando en realidad se
te convierte en un engranaje del sistema que te subyuga; ahora que
comprendes eso, que la abstención al voto no sea el único acto que
realices. Es preciso que a la abstención le siga la organización
horizontal del pueblo.
Porque reducirse a no votar no cambia
tampoco las cosas. No votes, pero organízate. No dejes en manos de esas
personas los asuntos que te perjudican directamente a ti.
Salud, abstención activa y organización.
José Rinaldi.
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